El estigma asociado a los problemas de salud mental como el trastorno límite de la personalidad hace aún más difícil la vida de las personas que los presentan, siendo un estresor crónico y agudo que conlleva agravamiento de los síntomas y discriminación tanto a nivel familiar, como escolar, social, laboral, sanitario y judicial. Resultado de todo ello es el riesgo de situaciones de soledad no deseada, desempleo, pobreza, prisión y suicidio.
Aunque el estigma parece haber disminuido, los niveles actuales aún son elevados y su efecto destructivo generalizado alcanza tanto a la persona con problemas de salud mental como a sus familiares y a la sociedad en general, ya que dificulta la búsqueda de la ayuda profesional, causa una ausencia de diagnóstico y tratamiento temprano, un empeoramiento de la salud, y un aumento del desempleo y de los costes de una atención sanitaria que, por tardía, puede desencadenar en un tratamiento de por vida.
Hay que tener presente que el nivel de estigma varía en función del diagnóstico, siendo mayor hacia las personas con trastorno mental grave, como la esquizofrenia o el trastorno límite de la personalidad (TLP), que hacia las personas con problemas de salud mental comunes, como la depresión o el trastorno de ansiedad.
La sociedad percibe como más peligrosos o más culpables de su diagnóstico a quienes tienen un trastorno mental grave. Y, en concreto, hacia el trastorno límite de la personalidad las actitudes son de mayor dureza porque se les responsabiliza de no controlar su conducta.
El estigma del trastorno límite de la personalidad
Hay una larga historia de estigma hacia las personas con TLP. Uno de los factores que motivan este estigma es la ignorancia existente en torno a esta diversidad, derivada de la ausencia de formación universitaria específica sobre técnicas para abordar el TLP y de información y sensibilización ciudadana.
Las creencias derivadas de esta escasez de conocimientos conducen, por un lado, a intervenciones de poca o nula eficacia que hacen que el paciente pase de profesional en profesional sin resultados y sin esperanza y, por otro, a patrones inadecuados de comunicación intrafamiliar, que agravan el sufrimiento. En definitiva, las personas con trastorno límite de la personalidad se enfrentan a tres tipos de problemas:
- En primer lugar, los derivados de su trastorno, que a menudo son intermitentes y controlados por intervenciones cada vez más efectivas.
- En segundo lugar, la dificultad de acceder al diagnóstico y tratamiento, con listas de espera de más de un año, por la escasez de recursos y de profesionales que puedan realizar estos tratamientos específicos integrales, hecho que podemos atribuir al estigma institucional que no dedica parte del presupuesto sanitario a mejorar esta deficiencia del sistema.
- En tercer lugar, los problemas derivados del estigma social que tienden a ser más permanentes y persistentes, además de difíciles de combatir, llegando al propio autoestigma y convirtiéndose en uno de los principales obstáculos para la recuperación.
Un asunto prioritario
De hecho, la lucha contra el estigma es una de las líneas prioritarias de la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud 2022-2026 en España, y Fundación SOYCOMOTU basa sus programas en ella, trabajando, desde la base, con población infanto-juvenil en centros educativos, sensibilizando y aportando herramientas de comunicación asertiva, gestión de emociones y promoción de hábitos saludables a nivel mental y de interacción social para reducir el estigma y prevenir los problemas de salud mental o su agravamiento.
Se ha demostrado científicamente que la alfabetización en salud mental reduce los niveles de estigma, y mejora la calidad de vida y la salud biopsicosocial de las personas.
