La palabra antibiótico procede de los términos griegos ‘anti’ (opuesto) y ‘biotikos’ (referente al ser vivo). Es decir, un antibiótico es el que destruye o impide el desarrollo de microorganismos vivos. A los antibióticos también se les denomina antibacterianos porque solo actúan contra las bacterias. No tienen efecto ni contra infecciones víricas ni contra infecciones fúngicas (sin acción ni contra virus ni contra hongos).
Selman Walsman, un microbiólogo y bioquímico nacido cerca de Kiev, pero con nacionalidad estadounidense, en 1952, obtuvo el premio Nobel por haber descubierto la estreptomicina, fue el primero que, en 1942, citó y acuño el término antibiótico.
La estreptomicina fue el segundo antibiótico de uso humano después de que, en 1928, el escocés Alexander Fleming descubriera la penicilina al percatarse de que alrededor del moho Penicillum desaparecían las colonias bacterianas de Stafilococus aureus. Por ello, en 1945, fue galardonado con el Nobel. A partir de ese descubrimiento, los antibióticos fueron la gran revolución de la medicina, contribuyendo al crecimiento de la población, reduciendo la muerte de parturientas y niños, y aumentando la esperanza de vida.
Uso responsable de los antibióticos
Los antibióticos se utilizan en la clínica humana y en veterinaria. Han sido esenciales para el progreso humano y nuestro bienestar. Sin embargo, su uso debe ser responsable. Los antibióticos deben ser utilizados únicamente cuando sea imprescindible y en las dosis mínimas necesarias. El tratamiento con antibióticos no es inocuo, sino que tiene efectos secundarios.
Microbiota
La microbiota intestinal contiene más de 100 millones de bacterias, la mayor parte bacterias comensales, que son imprescindibles para nuestra salud. El consumo de antibióticos por vía oral, incluso si es preciso, reduce la biodiversidad de las bacterias intestinales viéndose comprometidas su riqueza, cantidad y variedad.
Se ha demostrado que menos de diez días de tratamiento antibiótico desequilibra el medio ambiente del tubo digestivo. En esas condiciones, los microorganismos patógenos pueden invadir ese territorio y provocar efectos indeseables como diarreas y déficit de absorción de nutrientes, de vitaminas o de hierro. Sin embargo, si el tratamiento antibiótico no se prolonga, y se acompaña de una dieta natural rica en fibra, nueces y brócoli, el propio organismo tiende a autorestaurarse y a reequilibrar la flora intestinal. Pero el abuso de antibióticos, sobre todo en personas sensibles, puede provocar que el intestino quede invadido por microorganismos que desencadenan efectos desagradables y perniciosos, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas.
La perversión de los gérmenes
El consumo irresponsable de antibioticos, su mal uso y abuso, causa resistencias. Las resistencias microbianas surgen porque los microorganismos atacados por los antibióticos se defienden con mutaciones al azar, de modo que sobreviven los que, habiendo mutado, proliferan libres. Es “la perversión de los gérmenes” como la definiera el poeta Pablo Neruda. Es decir, aparecen superbacterias multirresistentes que son insensibles al efecto de los antibióticos y, es tan grave, que puede causar la muerte de los pacientes al no hallar tratamientos eficaces.
Por ello, el tratamiento con antibióticos debe ser estricto. Se debe seguir lo pautado y prescrito por los facultativos especialistas: tomar el antibiótico más aconsejable para la dolencia de ese momento, en la dosis adecuada y el tiempo preciso. Es imprescindible no caer en la automedicación, ni fiarse del consejo de familiares, vecinos o amigos, ni utilizar los medicamentos que se tengan en casa porque hayan sobrado de otras ocasiones.
Cada persona es diferente y enferma de modo diverso. Cada enfermedad y cada bacteria tienen diferentes características y puede ser combatida con diversos antibióticos, con un régimen de tratamiento particular y personalizado que evite los efectos secundarios.
Los antibióticos son cosa seria. La resistencia a antibióticos por su consumo abusivo se ha convertido en un problema de salud pública, estimándose que en el año 2050 pueda ser la causante de 10 millones de muertes anuales en el mundo.
