Placebo proviene del verbo placeo o placere que significa agradar o dar placer. Pero tiene más acepciones, se denominaba placebo a las plañideras a las que se contrataba para que lloraran la pena por la pérdida del finado, porque su sufrimiento era solo teatro; placebo eran los aduladores en los Cuentos de Canterbury; y eran placebo los ‘procedimientos falsos’ utilizados en los exorcismos.
Desde el siglo XVIII, en medicina, placebo se refiere a la medicación que calma a los pacientes y que, aunque no tiene efecto curativo, no es peligrosa, y hasta en ocasiones el enfermo aprecia una mejoría. Así, el placebo es una sustancia o un procedimiento inerte, que carece de acción terapéutica, pero que provoca un efecto de alivio en el paciente.
Tipos de placebos
Los placebos se dividen por ‘pureza y actividad’: puros e impuros o en inactivos y activos, respectivamente. Los puros e inactivos son sustancias inertes, que no tienen efectos farmacológicos en el ser humano. Los impuros y activos si tienen efectos farmacológicos, pero no son útiles (e incluso nocivos) para la dolencia. Estos son peligrosos porque pueden tener efectos secundarios indeseables y perniciosos; por ejemplo, tomar antibióticos en procesos víricos.
Los tratamientos con placebo solo son lícitos en ensayos clínicos y con una rigurosa evaluación de los riesgos.
Efecto placebo
El efecto placebo existe. Es el cambio positivo y demostrable que se produce en un organismo por una sustancia o por un procedimiento que científicamente no tiene capacidad para producir esa mejoría. Los cambios conducen a un alivio no solo subjetivo sino que pueden ser cuantificables como variaciones de la tensión arterial, de la frecuencia cardíaca o cambios en el tono muscular.
El ser humano es muy influenciable y nuestro cerebro responde ante las expectativas del proceso terapeútico o de ‘sanación’. En la segunda mitad del siglo XX se comenzaron a estudiar los mecanismos neurales del efecto placebo. Las teorías neurocientíficas vinculan el efecto placebo a la liberación de dopamina en el área cerebral del placer y de la recompensa. Solo pensar en el placebo se alivia el dolor, ya que el cerebro libera endorfinas, siendo este efecto mayor cuando los individuos anticipan el beneficio que van a obtener.
En el efecto placebo influyen cuatro factores: la personalidad del paciente, la fama del que prescribe, el propio acto médico y el medicamento o procedimiento.
La personalidad del ‘sufriente’ es fundamental. Personas que, por su caracter y temperamento, confían (ciegamente) tanto en el tratamiento como en el que prescribe (sea o no facultativo). El prestigio y renombre de este es esencial, ya que se le respeta con fe ciega por ser autoridad en la materia. Asimismo, desde Hipócrates se conoce que la relación médico-paciente basada en la confianza no solo mejora las expectativas del doliente, sino que desencadena un fenómeno mental positivo, similar a la persuasión y la transferencia. Por último, el propio medicamento: su fama, precio, novedad, sus características físicas y, sobre todo, la publicidad.
Placebo versus nocebo
El efecto nocebo es el conjunto de consecuencias contrarias al efecto placebo: cuando un medicamento o procedimiento provoca efectos secundarios que empeoran los síntomas. Son reacciones indeseables que pueden abarcar desde alteraciones bioquímicas objetivables a cambios fisiológicos y emocionales. Suele relacionarse con expectativas negativas de los pacientes.
El bálsamo de Fierabrás
El bálsamo de Fierabrás, descrito en los capítulos X y XVII del primer volumen de Don Quijote de la Mancha es un placebo clásico: una ‘poción mágica’ para curar cualquier dolencia. Don Quijote revela sus ingredientes: aceite, vino, sal y romero, pero al ser el bálsamo que cubrió el cuerpo de Jesucristo, como narraban las leyendas carolingias, creían que sanaba a quien lo bebiera. Así, aunque injerirlo produjera bien diarrea bien vómitos y sudores, por su fe ciega en el producto, al final, todos creían mejorar.
En nuestros días, la automedicación con placebos está proliferando por la publicidad en redes y en medios de comunicación. Cuidado con utilizar placebos. Son riesgos que es mejor no correr porque podemos arrepentirnos al sufrir sus efectos nocivos, que pueden ser irreversibles. Lo mejor y más saludable es seguir las indicaciones de facultativos colegiados y de confianza.