El mentol mola

Pienso en mentol y recuerdo con plácida nostalgia aquellas noches de frío invierno, cuando tras haber atrapado un resfriado, nuestra madre nos acostaba aplicando friegas de ‘vicks­vaporub’ en el pecho y en la garganta, que cu­bría con una sedosa toallita para que empapara el exceso. Y como, tras dormir plácidamente, al despertar muy mejorados de salud, todavía emanaban re­frescantes los efluvios mentolados. Pero el mentol no solo es invernal, en los días veraniegos de inusual canícula, las soluciones mentoladas pue­den aliviar el calor axfisiantes al aplicarse en los pies.

¿Qué es el mentol?

El mentol es un alcohol orgánico monoterpenoide cristalino, de color blanco y aspecto ceroso. Es soluble en alcohol, no en agua y, siendo sólido a tem­peratura ambiente, se vuelve líquido por encima de 40ºC.

Aunque el mentol se produce en laboratorios por síntesis asimétrica, tradicionalmente el mentol natural se extrae al con­gelar el aceite de algunas mentas comestibles y aromáticas (Mentha spicata, arvensis o piperita). Pero, paradójicamente, el aceite esencial de menta con ma­yor concentración de mentol no pro­cede de la menta sino del girasol. 

El mentol es responsa­ble del sabor y del olor a menta en pomadas, cosmética, alimentos, chi­cles, ambientadores o cigarros. 

Efectos 

El mentol huele y sabe a menta, olor y sabor que son universalmen­te agradables. Cuando se inhala, se come o se aplica sobre la piel o en las vías altas del aparato res­piratorio (fosas nasales y laringe), actúa como descongestionante.

Al tener un efecto vasodilatador y activar los receptores termosensibles TRPM8, evoca la sensación positiva y agradable de frescor, inclusive de frío. Estos efectos refrescantes pueden contribuir a combatir la hipersaliva­ción, los problemas digestivos y algu­nas afecciones de la piel. 

A nivel tópico, como ago­nista parcial de receptores opioides, calma la irritación, el picor y el dolor cutáneos, exhibiendo un efecto pseudoanalgésico. Y mezclado con aceite de oliva, es efi­caz en quemaduras leves para aliviar las molestias. 

Los vapores mentolados (añadien­do cera de abeja, romero y aceites de mentol y eucalipto) desconges­tionan y tienen propiedades antitusí­genas y antiinflamatorios. Estos vapores calman la ansiedad, teniendo efectos positivos en las cefaleas de tensión.

Formas del mentol

El mentol es ubicuo y se incorpora a lociones y fragancias, ambientadores, cremas hidratantes, geles de baño, champús, toallitas húmedas y en ge­les reductores de aplicación local.

En nuestros días, el mentol en forma de aceite de menta se usa para saborizar antisépticos orales, chicles, caramelos, pasta de dientes o pastillas. También como enjua­gues para irritación bucal, gingival o de garganta. Se incorpora a inha­ladores, sprays o ungüentos para la congestión nasal o respiratoria, o en pomadas para aIiviar el prurito y el dolor en lesiones cutáneas o para el herpes labial. Combinado con vaseli­na se ha popularizado como refrescante tópico, hasta para los pies, con mejores efectos si se aplica con un masaje. 

Tabaco mentolado

Especial mención merece el tabaco mentolado. El mentol neutraliza el sabor amar­go del tabaco y favorece su consumo, pero, además, el mentol dilata los alveolos pulmonares, acelerando el reconocido poder adictivo del tabaco.

El tabaco mentolado se introdujo en la déca­da de 1920 y, aunque ha sido popular durante décadas, 100 años más tarde, hace tres años, fue prohibido en la Unión Europea como medida de salud pública preventiva. Y es que la sensación de frescor que provoca, atraía a los jóvenes a la adicción ta­báquica.

Precauciones

Según Paralcelso, “la dosis hace el veneno: todas las cosas son veneno y nada es veneno”. El mentol es muy dañino en con­centraciones molares elevadas, ya que provoca irritación cutánea o res­piratoria e incluso desarrolla alergias.

Además, aunque el mentol se ha utilizado para consumo humano durante miles de años, deben tomarse precauciones y nunca apli­carlo en los ojos, en las mucosas o en las heridas, ni en niños menores de 3 años ni en personas con previa hiper­sensibilidad al mentol.

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