El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es un trastorno que se inicia en la infancia y que puede evolucionar hasta la vida adulta, encontrándose una prevalencia en la población de entre un 5-7% en la infancia y de un 3-4% en adultos. Además, persistirán los síntomas de este trastorno en aproximadamente un 70% de los adolescentes y persistirá en un 50% de los adultos.
El TDAH se caracteriza por mostrar síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad pero, para el diagnóstico hay que tener en cuenta que los síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad evolucionan de diferentes maneras.
Es común que la hiperactividad (estar siempre en movimiento) aparezca más en la niñez y que esta vaya disminuyendo en la adolescencia transformándose en una inquietud interior que puede aparecer hasta la edad adulta.
Por otro lado, el déficit de atención suele mantenerse con el paso de los años, pasando de dificultades académicas en la niñez y adolescencia debido errores al leer, dificultad para mantener la atención en clase o problemas para seguir las tareas, entre otros, hasta problemas laborales en la adultez por causas como cometer errores por olvidos, dificultades para seguir una conversación o iniciar proyectos pero no terminarlos.
Presentaciones del trastorno por déficit de atención e hiperactividad
Algunas de las formas en las que se presenta el trastorno por déficit de atención e hiperactividad a lo largo de la vida se observan en la infancia con alteraciones de la conducta, dificultades sociales, problemas escolares y de autoestima. En la adolescencia se hace notable la afectación en la autoestima y en las relaciones con los demás, apareciendo agresividad y conductas de riesgo. Y, en la edad adulta pueden observarse problemas laborales, en las relaciones interpersonales y de pareja, dificultades en la autogestión, organización y conductas adictivas de riesgo.
En la etapa adulta se contempla que los síntomas pueden mejorar o desaparecer, persistir de forma intensa o permanecer síntomas residuales, adaptando el tratamiento según el caso. Por eso, un diagnóstico temprano es clave para la vida adulta y, tener en cuenta cómo evolucionan los síntomas es crucial para poder evitar que estos pasen factura en la vida adulta, siempre de la mano de un profesional especializado en esta patología.
Cristina Carrión, psicóloga especialista en psicología clínica con enfoque en adolescentes y adultos.