El deterioro del medio ambiente y del entorno en el que transcurre la vida cotidiana, podría tener un impacto más grave de lo que se imaginaba hace solo unas décadas.
Es la advertencia de diversos expertos que, a través de nuevas investigaciones, han concluido que la mala salud del planeta podría implicar consecuencias en la salud humana. En concreto, en las enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario.
Como afirma Mireia Gascón, profesora colaboradora del máster universitario de Salud Planetaria UOC-UPF-ISGlobal, hay indicios que indican que la pérdida de la biodiversidad de nuestro entorno podría tener un impacto en la diversidad de nuestra microbiota.
La microbiota y el entorno
“La microbiota humana es el conjunto de microorganismos, que incluyen bacterias, hongos y virus, que conviven con el organismo humano”, explica Mireia Gascón.
“Gracias a estas bacterias y a una buena salud de las poblaciones de estos microorganismos, también nosotros tenemos una buena salud. Pero una pérdida de microbiota en nuestro entorno natural —porque en los suelos, las aguas y el resto de los ecosistemas también hay microbiota— podría conllevar una pérdida de microbiota en nuestro organismo”, señala la bióloga.
Un estudio muestra que la microbiota de los niños y niñas que viven en entornos más naturalizados, con más zonas verdes, es diferente a la de las niñas y niños menos expuestos a estos entornos. Y que los primeros tienen menos riesgo de padecer atopia y problemas en la piel.
“Hay muchos procesos que no son posibles sin estas bacterias. Por ejemplo, digerir fibras o generar otros componentes que son fundamentales y útiles para que nuestro organismo funcione. Además, la microbiota desempeña un papel decisivo en cuanto a la estimulación del sistema inmunitario”, indica, y remarca que su alteración está relacionada con alergias, enfermedades autoinmunes y cáncer, entre otras patologías.
Combatir la pérdida
La atención a la salud planetaria, que Mireia Gascón define como la relación que existe entre la salud del planeta y nuestra salud, se ha intensificado en los últimos años. Para evitar un impacto negativo en la salud planetaria, la solución pasa por decisiones medioambientales.
“Por un lado, tendríamos que evitar la invasión y destrucción de hábitats, dado que se corre el riesgo de contraer nuevos virus o nuevos patógenos; y por otro, en nuestro entorno más inmediato debemos mejorar la calidad ambiental de los lugares donde vivimos para mantener ese equilibrio en nuestra microbiota”.
Por eso es necesaria una buena gestión del suelo que no destruya hábitats consolidados, ya que tienen su propio ecosistema, al igual que intentar reducir el uso de los recursos que son limitados.
En cuanto a las ciudades, los expertos consideran vital recuperar espacio público para crear más espacios verdes, pero con especies que no requieran mucha agua.
Asimismo, la promoción del transporte público, del uso de la bicicleta o la decisión de cambiar esos medios de transporte por ir a pie, también pueden ayudar.
Así, no solamente se contribuiría a reducir las emisiones de CO2 y otros contaminantes que afectan a nuestra salud, como el NO2 o las partículas, sino que también haríamos más actividad física, lo que además es beneficioso para nuestra salud.