Mañana es el Día Mundial contra la Depresión, un problema de dimensiones globales que padecen centenares de millones de personas. A menudo incomprendida, cada vez hay más conciencia en torno a la depresión y sus efectos, especialmente tras el paso de la pandemia, que disparó un 25% los casos detectados a nivel mundial. Y hay una vía que ayuda a paliar los efectos devastadores de la enfermedad: tener un perro. Un camino que, según constatan diversos estudios, aporta beneficios directos como abandonar paulatinamente la medicación: seis de cada diez asistentes a terapias con perro así lo atestiguan.
Un estudio de Yaracan -expertos en terapias asistidas por perros- sobre los beneficios de las mismas en personas mayores con depresión realizado en el Hospital Universitario de Torrejón (Madrid) reveló que esta práctica redujo la ansiedad y la tristeza de manera considerable. También mejoró las relaciones interpersonales de los pacientes, aminoró la sensación de soledad y fortaleció el autoestima y el rendimiento cognitivo.
Menos medicación y menos absentismo
En concreto, según estima la Real Sociedad Canina de España a partir de datos hospitalarios, los enfoques terapéuticos con perros han llegado a reducir hasta un 60% la medicación por depresión. Asimismo, el contacto con estos animales favorece la asistencia de pacientes esquizofrénicos a las consultas: el absentismo cayó un 80% en este colectivo, tradicionalmente reacio a acudir al médico.
Se trata de beneficios directos para la salud asociados a la presencia del perro frente a trastornos convencionales cada vez más en auge. Entre las principales causas del incremento de cuadros de depresión durante la pandemia, aparece el estrés que causó el aislamiento social durante el encierro, la sensación de soledad combinada con momentos de dolor, precaución ante los contagios o dificultades económicas.
Una explosión de casos de salud mental contra la que se han revelado como muy efectivos las terapias asistidas con perros. La práctica de estas terapias implica la interacción directa entre el individuo y el animal, bajo la supervisión de un profesional capacitado.
Durante estas sesiones, se fomenta la participación activa, como acariciar al perro, jugar y establecer una comunicación no verbal. Estas interacciones pueden desencadenar la liberación de neurotransmisores asociados al bienestar emocional, lo que contribuye a mejorar el estado de ánimo y reducir los síntomas depresivos.
Conexión emocional única
Estas terapias pueden ser útiles para múltiples colectivos: jóvenes en riesgo de exclusión social, mujeres víctimas de violencia de género, niños con déficit de atención e hiperactividad… En todos los casos, los perros actúan como mediadores y ayudan a las personas a superar desafíos mentales, físicos o emocionales.
La presencia de perros en entornos terapéuticos proporciona un ambiente cálido y no amenazante. Un espacio donde los individuos que luchan contra la depresión pueden experimentar una conexión emocional libre y única. Un lugar seguro para la expresión emocional.
Cuando los perros congenian con el lado emocional de las personas, se vuelven mucho más accesibles. Los psicólogos pueden así desarrollar su labor cognitiva, psicomotriz y cognitiva gracias a esta estimulación sensorial.
Según el presidente de la RSCE, José Miguel Doval, “las sesiones con perros tienen un impacto terapéutico positivo en las personas. Debido a la poderosa conexión entre humanos y perros, con seguridad los animales de compañía serán cada vez más importantes a la hora de proteger la salud mental, desempeñando un papel cada vez más grande en nuestro sistema sanitario”.